Recuerdos de infancia: Torta de Aranda

Dentro de los propósitos de año nuevo en lo que al blog y al hornear se refiera es ponerme con el tema del pan. Con lo que disfruto de un buen pan y me paso el día comiendo baguettes de supermercado, de esas que sólo están buenas diez minutos después de salir del horno. Así que he empezado el año con un reto que hace tiempo que tenía en mente: la torta de Aranda.


Para los que no conozcáis este pan, os diré que es increíblemente sabroso, ya que lleva aceite de oliva en su elaboración. De pequeña, cada verano, cuando íbamos a Burgos a ver a mi abuela, me hinchaba a comer torta de estas. Son de esos sabores que te marcan durante la infancia y que se te gravan en la memoria para siempre.


No es una receta difícil, y aunque la masa es bastante pegajosa no se hace imposible de manipular. Para ser mi primer intento de pan (sin contar los de panificadora), estoy bastante contenta con el resultado. Para la receta, me he basado en la que propone Xavier Barriga en su libro Pan. Seguro que el resultado es mejorable, pero como dicen, la experiencia es la madre de la ciencia. De momento, os animo a que probéis estas tortas.



TORTA DE ARANDA

Ingredientes (para dos tortas pequeñas o una grande):

  • 250 gr de harina panificable
  • 5 gr de sal
  • 150 ml de agua
  • 2.5 gr de levadura fresca
  • 30 ml de aceite de oliva virgen extra (más un poco más para untar las tortas)
En el bol del amasadora (o en un bol normal si vais a amasar a mano), ponemos todos los ingredientes excepto el aceite y la levadura. Amasamos con el accesorio de gancho 5 minutos a velocidad media-baja. Pasado este tiempo, añadimos poco a poco el aceite sin dejar de amasar. Añadimos la levadura y amasamos unos 3 o 4 minutos más.

Tapamos la masa con un paño húmedo y la dejamos reposar unos 90 minutos. Estas tortas, al llevar poca levadura, no suben mucho,a sí que no os preocupéis si no doblan volumen.

Pasado este tiempo de reposo dividimos la masa en dos si hacemos las dos tortas, y aplanamos con los dedos hasta que forme un círculo de un centímetro y medio de grosor. Colocamos las tortas preferentemente sobre un trapo de lino bien espolvoreado de harina (yo no tengo trapo de lino y lo hice directamente sobre papel de horno - desconozco si es una aberración de la panadería, lo siento ;p). Cubrimos con un paño húmedo para que no se seque la masa, y dejamos fermentar dos horas.

Una vez fermentado, con los dedos hacemos unos hoyos en la masa y pintamos con aceite de oliva.
(En este momento, si por ejemplo preparáis las tortas por la tarde pero queréis tenerlas recién horneadas al día siguiente, podéis taparlas con papel film y dejarlas toda la noche en la nevera. Al día siguiente sólo debéis sacarlas un ratito antes de hornear, volver a pincelar un poco con aceite y hornear)

Precalentamos el horno a 250º, generando vapor (para hacerlo, colocamos una olla con paños mojados). Justo antes de colocar las tortas, pulverizamos las paredes con agua. Colocamos las tortas en la bandeja del horno previamente calentada (o sobre una piedra de hornear si la tenéis), bajamos la temperatura a 210º y horneamos durante 25 minutos.

Sacamos las tortas del horno y las dejamos enfriar totalmente sobre una rejilla.

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