Seguro que montones de veces habéis visitado un lugar y os ha llamado la atención algún producto típico del mismo. Nos pasa a todos.
Si ese lugar es, además, dónde veraneabas de pequeño, ese producto se te queda grabado en la memoria.
Y si años después, resulta que tienes un blog de repostería, es inevitable que acabes intentado hacer ese dulce que es sinónimo de verano en tus recuerdos.
Así que hoy, primera parte de mi rememoración veraniego-gastronómica, con una bica gallega.
Todos los veranos pasábamos unos días en casa de unos primos en un pequeño pueblo de Ourense, y no había verano que no nos fuésemos del pueblo con un buen par de bicas. Así que ya tocaba intenta hornear una.
Me puse manos a la obra en busca de la recta de bica, y cual fue mi sorpresa cuando encontré que, entre las muchas recetas que había, se diferenciaban dos estilos de bica diferente: la bica de Laza y la bica de Trives.
Evidentemente, no tenía ni idea de cual era la que yo tomaba cuando era pequeña, así que me guardé dos recetas para probar las dos. Como no podía ser de otra manera, hice la que no era, aunque no os penséis que ha sido motivo de tristeza, porque aunque no es la que buscaba (que llegará próximamente), está tremendamente rica.
La receta que he usado es esta receta de bica de Laza de Uno de Dos, con alguna mínima modificación.
BICA DE LAZA
Ingredientes
- 375 ml de nata para montar
- 9 claras de huevo
- 400 gr de azúcar
- 375 gr de harina de todo uso
- Esencia de anís
- Azúcar y canela para espolvorear
Preparación
Precalentamos el horno a 200º, con calor arriba y abajo.
Montamos la nata y reservamos.
Si lo hacemos en el mismo recipiente que usaremos luego para montar las claras hay que lavarlo a conciencia para que no quede ni pizca de grasa, si no, no habrá quien monte las claras después.
Tamizamos la harina y reservamos.
Batimos las claras a punto de nieve, y cuando veamos que están a medio montar añadimos unas gotitas de esencia de anís y el azúcar a cucharadas, poco a poco.
Si tenemos una Kitchenaid o similar, sin dejar de batir a velocidad baja, añadimos, también a cucharadas, la harina. Si no, lo haremos a mano, suavemente y con movimientos envolventes para que no se bajen las claras.
Finalmente, añadimos la nata con cuidado hasta que esté completamente mezclada. Es importante que la nata se integre muy bien con el resto de la mezcla, así que hay que mezclar sin miedo pero con delicadeza.
En un bol, preparamos una mezcla de azúcar y canela al gusto.
Ponemos la masa en un molde rectangular, cubierto con papel de horno, espolvoreamos la mezcla de azúcar y canela.
Bajamos la temperatura del horno a 180º con calor sólo abajo y horneamos 10 minutos, pasado ese tiempo volvemos a poner calor arriba y abajo y dejamos hornear unos 40 minutos aproximadamente (como siempre, dependiendo del horno).
Sacamos del horno y dejamos reposar hasta que el molde no esté caliente al tacto, desmoldamos y la dejamos enfríar completamente sobre una rejilla.
Y si tenéis paciencia, esperad a comerla al día siguiente, porqué está mucho más rica (os lo dice la misma que se comió el trozo de la foto al acabar la sesión fotográfica, y eso fue más o menos, unos 15 minutos después de sacarla del horno - como veis, me salté los tiempos de reposo, pero es que me quedaba sin luz!!)
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